PLAZA DE ZOCODOVER

Hoy traigo un relato evocador, aquello que vivimos de pequeños siempre esta en nuestro recuerdo. En un rinconcito de nuestra memoria guardado con esmero, es como si tuviéramos un resorte lo abres y empiezan a fluir todos esos momentos que en su época viviste, este es uno de ellos, en cierto  modo este relato lo he vivido en mi niñez. Hoy  quiero evocar lo que en aquellos años era una aventura cada viaje, que tanto te hacían soñar,  por eso siempre se recuerdan, nunca se olvidan.

PUERTA DE BISAGRA

Llegamos a Toledo de visita, como la niña es la primera vez que va a la Capital, quiero que le quede un buen recuerdo de su primer viaje, el primer punto es la “Puerta de Bisagra”, Hay  esta, tan señorial, deslumbrante, saludando al caminante, que acude a su morada, el marrón renegrido de sus piedras, ese crujir, a cada paso te transporta en el tiempo, en el centro del patio custodiando su territorio, vigilante y atento, en su pedestal, el rey  “CARLOS V”.

quiosco

¡Qué buen día para  disfrutar y pasar la mañana en la  “PLAZA DE ZOCODOVER”, que tanta solemnidad da a Toledo, la mañana nos proporciona buen augurio, esta cálida, el cielo azul transparente, empieza a despuntar con sus débiles rayos amarillo pálido, que poco a poco van tomando fuerza con un amarillo más intenso.

casa-telesforo

angilacaja

Es el “Martes Goloso”, como así se nombre el martes anterior a Nochebuena,  vamos a casa Telesforo a comprar Mazapán, lo más típico de Toledo, una gran “Anguila”, grande, redonda, en su preciosa caja, con esos bonitos decorados, y unos ojillos que te miran con atención, esa caja que una vez acabado el dulce manjar, guardamos en ellas nuestros recuerdos, una bonita hoja  de acacia seca, el mechón de pelo de aquellas trenzas que deje por el camino con el paso de los años.  En su escaparate, colocados los diversos dulces, en el aire se respira ese olor como recién sacados del horno, el niño de la gorra y su mochila al hombro mira con sus ojos saltones, cada uno de esos dulces.

mazapan

Se escucha el repique de una campanilla, con acordes unas veces suaves y  al momento un fuerte estallido, anunciando que llega el “Trenecillo”, la maquina, y tres vagones, uno de ellos rojo como el amanecer, otro amarillo como el sol cuando resplandece, y el tercero pintado de un bello paisaje que da frescos e invita a soñar, vuelve a sonar la campanilla, con un suave quejido, melancólica, triste, apenada por tener que dejar tan preciada carga, está anunciando a los pasajeros el final del trayecto, han hecho el recorrido visitando cada uno de esos rincones tan fantásticos que tiene la Ciudad.

Nos sentamos en la Plaza, disfrutando del buen ambiente que se respira, los diversos establecimientos que la rodean, con sus terrazas proporcionándoles a los clientes ese bien estar, como es época de Navidad  de los escaparates, cuelgan esas bolas mágicas de colorines, y el espumillón brillante,  en un lado de la plaza el quiosco de prensa, con sus paredes de madera, una puerta y la ventanilla, para atender a los clientes, ansioso de dar buenas noticias, al otro lado tres arboles grandes, frondosos, el tronco como un pedestal, fuerte como una roca, sostiene sus ramas, con su copa bien abierta, y sus hojas tan anaranjadas, que dan refugio a pajarillos, un poco despistados que aún no han partido al cálido clima de otro continente, meciéndose con la suave brisa del invierno, es como un suave balanceo que te invita a volar.

tren-2

En el otro extremo de la plaza, se escuchan voces, tomo a la niña de la mano  para no perderla de vista, pues ya empiezan a circular por la Plaza, los paseantes que cada mañana llegan esta allí para su disfrute. El señor que llega apoyado en el bastón reluciente como si acabara de sacarle brillo para la ocasión del paseo de cada mañana.  Un coro de chiquillos cantan unos alegres villancicos, con sus voces suaves y aterciopeladas, es como un susurro  que te hace desplegar las alas y elevarte al cielo como vuelo de mariposa, buscando refugio en algún nido olvidado.

Acabada la mañana, de regreso a casa, tomamos el autobús, que nos conduce a nuestro destino, el camino de regreso nos parece corto, hay pocos viajeros elegimos sentarnos detrás del conductor, y así poder disfrutar del calorcillo que proporciona el motor, el autobús es un poco destartalado, cansado de viajar ya no tiene fuerzas para muchos viajes, llevamos  en un paquete el preciado regalo, con mucho mimo para no ajarlo, y el día de Nochebuena poder disfrutar de esta delicia que una vez al año tenemos el placer de degustar.

Y así concluye el viaje del «Martes goloso» a Toledo,  pidiendo que el próximo año tengamos la suerte de volver a disfrutarlo.

Un saludo

PAKI HUMANES

3 comentarios

  1. Alfonso Manuel. · febrero 22, 2017

    Toledo, tema inagotable para hablar, escribir, saborear y ver sus maravillosos lugares. Seguro que el año que viene y muchos más, volveremos a disfrutar del Martes Goloso. Muy bonito, felicidades Paki.

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    • marta · febrero 24, 2017

      Que bonito siempre te pones a escribir todo lo das y cada día mejor y mas especial y todo más interesante un besazoo

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  2. misteriosa · febrero 22, 2017

    muy bonito Paqui como siempre nos dejas sin palabras recordar aquellos años de niñez que no se olvidan

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